Broad, vivid brushstrokes, as if each stroke were a heartbeat, this mural exudes pure emotion. The paint, dense and free like oil paint, glides across the wall with texture, soul, and history.

In the center, a young woman plays the guitar. Her hair, half-up and done in shades of gray, moves with real movement, wrapped in warm lights that seem to come from the very heart of the mural.

Delicate, yet firm, she wears a shell from the Camino de Santiago around her neck: a sign of an inner journey, of a profound passage, of a soul on the move.

A boy and his dog look at her. She looks back.
And in that exchange of eyes, time stops.

This mural is not seen,
it is felt beneath the skin.
It is an encounter between music and silence, between art and the path, painted with pure emotion.

Pinceladas con brocha, amplias y vivas, como si cada trazo fuera un latido, este mural respira emoción pura. La pintura, densa y libre como el óleo, se desliza por la pared con textura, con alma, con historia.

En el centro, una joven toca la guitarra. Su cabello, semirrecogido y hecho en gamas de grises, se agita con movimiento real, envuelto en luces cálidas que parecen salidas del propio corazón del mural.

Delicada, pero firme, lleva al cuello una concha del Camino de Santiago: señal de viaje interior, de paso profundo, de alma en ruta.

Un niño y su perro la miran. Ella les devuelve la mirada.
Y en ese cruce de ojos, el tiempo se detiene.

Este mural no se contempla,
se siente bajo la piel.
Es un encuentro entre la música y el silencio, entre el arte y el camino, pintado con emoción en estado puro.